
Por Juan Pueblo
En días pasados Francisco Sánchez Villegas, coordinador de los diputados de Movimiento Ciudadano en Chihuahua, decidió embarcarse en una aventura tan absurda como costosa para los contribuyentes que lo eligieron. Con la irresponsabilidad y el populismo que tanto critican desde su trinchera política, Sánchez Villegas propuso, sin ruborizarse, que Chihuahua rompa el Pacto Federal y se convierta en una nación independiente. Sí, leyeron bien. Como si estuviéramos en medio de una novela distópica, el diputado nos vende la quimera de una Chihuahua soberana, dispuesta a enfrentar sola los retos que, según él, el Gobierno Federal le impone.
Pero lo que Francisco Sánchez no menciona es el precio que todos pagamos por sus ideas descabelladas, porque mientras este legislador divaga sobre un referéndum fantasioso, se olvida de que los ciudadanos chihuahuenses que votaron por él, lo hicieron con la esperanza de que trabajara en soluciones reales, no en delirios separatistas.
Despilfarro de recursos y tiempo
Cada vez que un legislador como Sánchez Villegas se sube al púlpito para lanzar propuestas absurdas, se pierden horas de trabajo legislativo, recursos públicos y, peor aún, la confianza de los ciudadanos. ¿Cuántos proyectos prioritarios para Chihuahua han sido relegados a segundo plano porque un diputado ha decidido perseguir su propio sueño separatista? Mientras el emecista fantasea con crear una “nación independiente”, el estado enfrenta problemas concretos que requieren de atención urgente: seguridad, educación, salud, infraestructura. ¿Acaso la independencia solucionará esos problemas?
Cada minuto que el Congreso local dedica a debatir este tipo de propuestas es dinero tirado a la basura. Cada peso gastado en consultas, comisiones y estudios sobre el “futuro soberano” de Chihuahua es un peso que no se invierte en los verdaderos problemas que enfrentan los ciudadanos.
La política como espectáculo
Pero esto va más allá de una simple pérdida de tiempo. La propuesta de Francisco Sánchez es el reflejo de un populismo vacío que busca titulares más que soluciones. Es la política como espectáculo, donde lo que importa no es mejorar la vida de las personas, sino acaparar reflectores y crear un aura de “rebeldía” frente al Gobierno Federal. El problema es que esa rebeldía no se traduce en resultados, sino en show, en puro humo.
Porque, seamos claros, nunca va a suceder, la separación de Chihuahua del Pacto Federal es legal y constitucionalmente imposible. Sánchez lo sabe. Pero, ¿por qué dejar que la realidad se interponga en su deseo de aparecer en los medios como el gran defensor de la soberanía estatal? Mientras tanto, los chihuahuenses que lo eligieron ven cómo su dinero se diluye en ocurrencias que no cambiarán nada.
¿Qué gana Chihuahua con esto?
Nada. Absolutamente nada. Las promesas de independencia son pura ficción política. Chihuahua depende, como todos los estados, de los recursos federales, del comercio interregional, de la seguridad nacional. Pretender que puede volverse independiente, en un país interconectado como México, es una fantasía peligrosa. Y lo peor es que esta fantasía no viene gratis. La pagan los contribuyentes, la pagan quienes confiaron en que Francisco Sánchez Villegas iba a trabajar para mejorar el estado, no para convertirlo en su escenario personal de absurdos políticos.
Francisco Sánchez debería recordar que fue electo para legislar, para mejorar la vida de los chihuahuenses, no para jugar a ser el líder de un movimiento ficticio de independencia. Cada día que el Congreso y los medios pierden tiempo en sus ocurrencias, es un día perdido para los ciudadanos. Y ese tiempo, esa energía y esos recursos, los pagamos todos.